Las gafas...
Siento que ha sido ya una vida desde que las tengo, desde que adornan mi cara achatando mi nariz. Da igual, me agradan, me alivian, y lo más importante: me dejan ver de lejos.
Nosotros, quienes tenemos miopía somos desafortunados. Desdichados porque somos dependientes de este artefacto que esta sobrepuesto a los ojos. La vista, más allá de servir para mirar, es más usada para admirar. Pero además de esto nos es muy útil para la movilización, y con exceso en Bogotá. (Ya parecerá mi martirio, no lo es, pero tengo cierto rencor frente al transporte urbano de Bogotá... me quejo, pero en silencio... bueno, no tanto.)
Realmente es difícil cómo describir cómo es que ve un miope, pero es más o menos el cambio es así:
¡Y el miope ve de esta manera!
Podrán notar que uno no ve nada... uno sale a la calle dizque a coger un bus y se imaginarán: ¿Cuántos buses de color verde con amarillo pasan por la avenida 19, por la séptima, por la calle 19? La respuesta es sencilla, en abundancia.
Ponerse gafas no es porque sí, quienes las usamos, y más para quienes las tenemos permanentes, le damos el uso más conveniente, el de ver. Es fastidioso y hasta hace doler la cabeza ver un mundo desenfocado, donde sólo se puede ver con detalle algo que esté a 50 - 30 centímetros de uno.